Aproximación Histórica al uso del cohete
borracho en las fiestas de El Villar
La pólvora fue inventada en China alrededor del siglo IX y
fue introducida en España y más concretamente en los territorios del Reino de
Valencia por los árabes que aquí se asentaron a finales del siglo XII, de donde
fue exportada a su vez a Italia y a Grecia con un doble fin que, por otra
parte, siempre ha tenido dicho material: en un principio bélico y,
paralelamente, lúdico-pirotécnico. Como muchos de ustedes sabrán, la pólvora
llamada “negra” es una mezcla de carbón, azufre y salitre que es básicamente
nitrato de potasio, aunque actualmente se usa nitrato de sodio proveniente de
los enormes depósitos de los desiertos chilenos que es menos costoso de obtener.
Al parecer, el primer testimonio que tenemos
en la hoy Comunidad Valenciana sobre el uso de estos cohetes se remonta al
siglo XIII, tal como se reseña en el Llibre
d’Establiments de la ciutat de València (1296-1345) y en el cual se expresa
la prohibición de lanzar cohetes voladores: coets
voladors, en su antigua denominación; también llamado cohete “borracho” en
nuestras tierras valencianas, haciendo alusión al movimiento discontinuo,
alocado e imprevisible del cohete cuando está encendido, que igual baja que
sube, se detiene o sale disparado hacia el lugar más inesperado; en alguna
época incluso fue llamado “buscapiés” por la tendencia que tienen estos
artefactos a perseguir nuestras extremidades inferiores… Más adelante, en 1412,
las Ordenanzas del Conseller de la Ciutat de València prohíben el uso de “corredors ab pólvora” y ya se documenta
la existencia de almacenes para la pólvora y para este tipo de cohetes y
también los tronadors. Posteriormente
y hasta el siglo XVI, se convierte en una manifestación popular que acompaña
los actos en honor a los monarcas cuando realiazan sus reales visitas a la
ciudad de Valencia, cap i casal del
Reino. Y así, la cordá se instituye
como rito festivo y pasa a formar parte de la cultura popular valenciana hasta
llegar al siglo XVII, donde la artificialidad del barroco llega a su culmen con
la celebración de la fiesta del Corpus, hoy de reconocimiento internacional.
En un
principio, la cordà consiste en una larga cuerda amarrada a los dos extremos
de una calle o plaza y de la cual se suspende un recipiente móvil, llamado carro
en los pueblos labradores o barca en los marineros. De este
receptáculo se colgaba una o dos docenas de cohetes borrachos que van cayendo
al suelo conforme la mecha les va prendiendo fuego. El carro o barca de la cordá era trasladado de un extremo a
otro de la calle por los coheteros locales. Pero, también existe la variante de
que cada tirador o grupos de tiradores lleven sus propias cajas llenas de
cohetes y los vayan tirando uno a uno o en puñados. No obstante, la primera
fuente histórica documentada sobre el uso de la “cuerda de cohetes”,
nuestra popular cordà, la encontramos
en 1635 en Salamanca durante la festividad del Corpus Christi. Aunque, ya en el
siglo XVIII, las autoridades gubernativas publican diferentes edictos
prohibiendo su uso, debido a la peligrosidad que conllevaba lanzarlos en
lugares donde se reunía mucha gente; sin embargo sabemos que en 1762 y durante
los actos del Tercer Centenario de la Canonización de San Vicente Ferrer fue
disparada en Valencia, una gran cuerda de cohetes preparada para tal evento.
Por otra
parte, sabemos que desde el siglo XV al XVIII existió en la ciudad de Valencia
un gremio de coeters, hasta que tras
la derrota de la batalla de Almansa y la desaparición de los Fueros Valencianos
en 1713, el gremio perdió los privilegios reales y desaparecieron los coheteros
de la ciudad de Valencia. Y es curioso cómo, durante el reinado de Carlos III
se creó la institución de los serenos con los antiguos coheteros desempeñando
dicha función. Ante esta desaparición de los coheteros en la ciudad surgen en
algunos pueblos coheteros rurales, y aunque finalmente fue una industria que
acabó aboliéndose en todo el Reino, resultó una prohibición que –haciendo gala de
la idiosincrasia española- no llegó a cumplirse del todo, por cuanto en la
clandestinidad se seguía trabajando en algunos pueblos y lugares recónditos de
las tierras valencianas y así, labradores, carpinteros, herreros o canteros se
dedicaban en ratos perdidos a fabricar los cohetes, dado que los materiales
para su fabricación eran fáciles de obtener y cualquiera con la debida
maestría podía fabricarlos. El ejemplo que ha perdurado hasta nuestros días lo
hallamos en el pueblo almeriense de Cantoria, donde los mismos festeros
fabrican las carretillas que posteriormente dispararán. Ya en el siglo XIX sabemos
que se hicieron cordàs en numerosos
pueblos valencianos, así como en otros de las provincias colindantes Tarragona,
Teruel, Cuenca, Albacete, Alicante y Murcia, aunque no llegaron a hacerse nunca
en la ciudad de Valencia, donde siempre estuvieron prohibidas y menospreciadas,
por considerarlas una reminiscencia bárbara, propia de gente inculta,
analfabeta y de pueblerinos.
En cuanto a
lo que respecta de los cohetes borrachos en El Villar podemos presumir que
también fueron conocidos secularmente, por cuanto en el entorno más cercano de
las ciudades de Liria, Paterna y Manises (donde se llevaba la fornilla
para los hornos cerámicos), nuestros paisanos de la época podrían haber
asistido a algún espectáculo de cordà;
e incluso, también podemos pensar -si acaso- que los cohetes pudieron lanzarse
en alguna festividad local desde tiempos más lejanos. Lo que si sabemos con certeza,
según testimonio directo de nuestro paisano Juanjo Castellano (apodado
precisamente Cuetero), es que hacia
la década de los 80 del siglo XIX su abuelo Joaquín Castellano y un hermano de
éste llamado Jerónimo, tenían un pequeño taller pirotécnico en las afueras del
casco urbano de la época, en la calle que mucho más tarde se llamaría de
Alcublas y que finalizaba precisamente en la calle de Levante, junto a la
confluencia con la calle de San Pascual y esquina a la casa del ex-alcalde Luis Aparicio Ibáñez.
Al fin y al
cabo no se necesitaban estudios académicos para ser pirotécnico, pero sí tener
muy en cuenta que se manipulaba un material muy peligroso: la pólvora. Pues
bien, los hermanos Castellano tuvieron el único taller de pirotecnia que ha
habido en nuestro pueblo y que dio pie al nacimiento de un apodo de rango
profesional y que aún pervive, Cuetero,
como ya hemos apuntado antes, a pesar de que ya no exista dicha actividad en la
familia. Un taller que duró hasta principios del siglo XX, precisamente hasta el
momento en que un pequeño incidente truncó la trayectoria laboral de la
familia. La vivienda donde se desarrollaba la actividad constaba de planta baja
donde se vivía y comía junto a la chimenea, y un porche donde se almacenaban la
pólvora y el resto de materiales: cañas, cuerdas, papel, hilos… Un buen día los
hermanos bajaron a comer algo junto al fuego, con la mala fortuna de que una
minúscula ascua de un sarmiento se quedó pegada en la alpargata de cáñamo, las
de “carica y talón”, de Jerónimo,
quien al acceder al porche y al contacto con el polvo de pólvora que había en
el suelo provocó un pequeño incendio que no obstante no produjo males mayores. Ahora
bien, el suceso les metió el miedo en el cuerpo, pues el respeto a la
peligrosidad de la pólvora se les suponía, y decidieron dedicarse a otros
menesteres para ganarse la vida y así abrieron la Carretería junto a la antigua
báscula.
El cuete, como se pronuncia en El Villar se
fabrica cargando con pólvora un canuto o trozo de caña, en uno de cuyos
extremos se pone un obturador de mortero para que salga el fuego, y en el otro
se instala un trueno que explota al final. La carga se hace con pólvora de
distintas velocidades de combustión, de forma que dan chorros y pausas
consecutivas, en número de cuatro a siete o de tres a seis. Dado que el contenedor
es un material frágil cual es la caña y tiende a explotar, se le ata en espiral
un cordel de esparto o pita embreado, de forma que al arder el cohete y
calentarse se funde la brea y unta el esparto apretando así la caña. Una cordá es una manifestación nocturna
donde los participantes han de ir vestidos con ropa que les cubra todo el
cuerpo para evitar quemaduras. En la actualidad son espectáculos muy
reconocidos y dentro de la Comunidad Valenciana, los de Paterna y Elche, donde
los tiradores van cogiendo los cohetes y lanzándolos al aire dentro de un
recinto acotado y durante un tiempo limitado. Aunque en toda la Comunidad
Valencia, como ya hemos dicho, se suelen celebrar en muchos pueblos la víspera
de la fiesta mayor, así pues pueden tener lugar en invierno, como es el caso de
El Villar para la Virgen de la Paz, o en verano, como es el caso de Elche.
Tradicionalmente,
las cordás en El Villar han tenido lugar alrededor de festividades religiosas.
La primera de ellas, o la de más antigua tradición era en la víspera de San
Blas, el 2 de febrero, siendo el último año en que se celebró 1972, año en que
-por última vez- hubieron Clavarios del santo patrón de la garganta, que eran
los organizadores de la misma. Paralelamente, también se tiró la cordá de San
Antón desde los años 60 del pasado siglo, que estaba patrocinada por los
pastores del municipio, la noche del 16 de febrero, víspera del santo patrón de
los animales, y que consistía en una cena de hermandad en el café del Sol y
–aunque no se trataba exactamente de una cordá-
luego le daban suelta a numerosos cohetes borrachos en la hoguera de la plaza
de la Fuente, siendo su última celebración la del año 2000, debido al
envejecimiento del colectivo ganadero. Y, también cómo no, la cordá de la Virgen de la Paz que se
celebra la noche del 23 de enero. Propiciada sobre todo después de la guerra
civil, es después que desaparecen las antedichas festividades, cuando pasa a cobrar
una relevancia mayor si cabe, y hasta nuestros días, que es la única ocasión en
que se produce esta manifestación tan popular. Por último decir que, desde la
creación del Carnaval moderno a principios de los años 80 del pasado siglo, se
introduce la costumbre de rellenar con grandes cantidades de cohetes borrachos
el interior de la Morca y, al arder ésta pasto de las llamas después del
entierro, salían disparados en todas las direcciones, práctica que finaliza al
comienzo del presente siglo en que la Normativa Legal la prohibió.
El lugar por excelencia para celebrar la cordá fue siempre la actual Plaza de la Fuente, aunque es cierto
que también tenía mucha relevancia la cantidad de cohetes que se lanzaban por
las calles donde había hogueras y alrededor de las cuales se reunían numerosas
cuadrillas bien nutridas de jóvenes que jugaban a lanzarse en una especie de
batalla campal sacos y sacos de cohetes borrachos. Ya como una anécdota decir
que los puntos de venta de cohetes borrachos que se conocen en el municipio son
como siguen: el más antiguo sería el de la propia factoría de los hermanos
Castellano hasta finales del siglo XIX y ya en los años 30 del siglo XX sabemos
que se venden en la esquina de la calle Mayor con la plaza, en el
establecimiento de la tía Pura, posteriormente también en casa del tío Oliver
en las cuatro esquinas y en la misma calle, y por último el más moderno, la
famosa tienda de Manolo Pañero, en la
calle de la Paz y al cual desde aquí enviamos un cariñoso recuerdo allá donde
esté. Decir sobre esta manifestación festiva del fuego y el estruendo que,
además de la cordá normal, existe una
variante llamada “la rulla" en
que los cohetes caen del carro prácticamente de golpe y no de manera espaciada…
Decir, por
último, que con la entrada del siglo XXI y a pesar de la normativa vigente que
prohíbe el lanzamiento de cohetes borrachos fuera de un lugar acotado y cerrado
y con las debidas garantías de seguridad, se siguieron tirando cohetes -en aras
de la tradición- la víspera de nuestra patrona y tras la consiguiente turrá por diferentes hogueras, pero ya
con el riesgo de ser multadas las personas que la infringieran. Hasta llegara a
2009, que se crea en El Villar la Asociación “Amigos del Cuete” con el objetivo
de mantener la tradición local de las cuetes. Una de las primeras acciones
llevadas a cabo fue la construcción de un Cuetódromo
móvil que se instala en el Huerto del Señor cada año en la festividad de
nuestra patrona, la Virgen de la Paz. La noche de antes, como manda la
tradición, allí se encenderá la hoguera, se cenará al calor de la lumbre y
después las personas autorizadas e inscritas podrán dar rienda suelta a su amor
a los cohetes. Con ello han logrado cubrir la afición de mucha gente sin
molestar a nadie y con un valor añadido, cual es el de introducir –por medio de
cursillos- a los más pequeños y a los jóvenes en el uso y manejo de un
artefacto que tiene un alto grado de peligrosidad.
César Salvo
Cronista de la
Villa